Bacterias “glotonas”, protagonistas del tratamiento de aguas residuales
Los que nos dedicamos a la gestión del agua nos pasamos la vida hablando de bacterias y no precisamente de las que se consideran dañinas, sino de las que contribuyen eficazmente a la depuración.
La naturaleza es sabia y si se le deja actuar se regenera por sí misma. Suponiendo que hiciéramos un buen uso de los desagües y alcantarillas, existe en el propio ámbito materia orgánica capaz de digerir lo que le sobra al agua, la suciedad y la contaminación que ha arrastrado, siempre dentro de unos parámetros acordes con su capacidad.
Las depuradoras de aguas residuales no son más que “maquetas a escala reducida” que aceleran esa labor depurativa de la naturaleza. Realizan en pocos metros cuadrados y en 48 horas el trabajo para el que un río y su entorno necesitarían decenas de kilómetros y largos periodos de tiempo.
La base de ambos procesos es la misma: las bacterias. En una EDAR, estos organismos microscópicos entran en acción en el segundo paso del tratamiento de depuración.
Tras un primer filtrado de residuos de tamaño considerable, se eliminan las grasas y las arenas.
A partir de ahí, comienza el tratamiento biológico.
Millones de microorganismos utilizan la materia orgánica presente en el agua residual como fuente de alimentación y energía.
Para que el proceso funcione, se crean unas condiciones específicas manteniendo el agua en movimiento e inyectando oxígeno.
Continúa después, pero nos vamos a detener en la parte central del camino que hace el agua usada hasta que vuelve al medio natural.
Y es tan natural como que son las bacterias las que protagonizan el proceso de su limpieza.
Cómo funciona
Se trata de darles comida para que realicen su actividad metabólica normal, porque “comen contaminación”, según el responsable de nuestro Laboratorio I+D+I, Pedro Tomás Martín de la Vega.
Para esto se tienen que dar ciertas condiciones.
Existen diferentes tipos de bacterias, pero básicamente se pueden agrupar en las depuradoras y las filamentosas.
Las bacterias depuradoras son aerobias. En cambio, las filamentosas pueden o no, necesitar el oxígeno.
Para que realicen su función deben estar en simbiosis. Y ahí es donde entra la gestión de los operarios de la estación depuradora de aguas residuales, EDAR. Tienen que conseguir que esta situación se produzca a través de medios mecánicos para que siempre tengan la oxigenación y la agitación óptima.
Son bacterias que vienen de la actividad digestiva del mundo animal, humanos incluidos.
Una vez que cumplen esta primera función, siguen viviendo en el agua, comiéndose la suciedad, formando un fango que puede volver a servir para depurar o puede terminar convertido en abono si hay exceso. Mientras, el agua sigue su camino, tras la decantación, hacia la naturaleza.
Según explica el responsable de nuestro laboratorio, a principios del siglo XX se descubrió que un concentrado de bacterias conseguía depurar agua y es en el primer cuarto de este siglo cuando se construyen las primeras depuradoras biológicas en las grandes ciudades españolas (Sevilla, Barcelona, Bilbao, Madrid) con objeto de controlar los grandes problemas de salud que generaban las aguas residuales de una población en expansión.
Pero a juicio de nuestro experto, la depuración de agua ha sido la gran olvidada. Hasta hace 10 años no se le había dado la importancia que tiene debido a que, hasta entonces, no había concienciación.